3 jul 2017

Lectura de un asalto/Ernesto Hernández Norzagaray

Lectura de un asalto/Ernesto Hernández Norzagaray
 Riodoce, 3 de julio de 2017...
¿Qué sentido puede tener que un comando tome por asalto un restaurante a la medianoche, se  lleve a un grupo de comensales y empleados, a los que solo les quitaron celulares y luego a las horas los libere?
La lógica no corresponde al de un asalto clásico que va por los bienes de un negocio y los de sus clientes, que dicho de paso algunos tenían estacionados vehículos de alta gama.
Si no es esto, el asalto suena más a intimidación al propietario de negocio gastronómico, que como sabemos es del ex gobernador Juan Millán Lizárraga.
Este estatus de “ex” hasta ahora quizá había blindado al restaurante y se consideraba el más seguro, al menos, para la clase política sinaloense.
La pregunta es qué fue lo que provocó que este restaurante emblemático se convirtiera en escenario de un terror momentáneo.
No hay evidencia de que entre los “levantados” se encuentre un personaje relevante más allá de Enrique Armit, ex director de Registro Público del Estado, durante la gestión de Mario López Valdez.
Tampoco que el móvil haya sido el robo, pues no hay evidencia de que algo falte ni al negocio, ni a los clientes secuestrados.
Menos, todavía, que haya sido para dar una demostración de fuerza, cuando es notorio que estos comandos se pasean libremente por las principales avenidas de la capital del estado.

Entonces, si no es ninguna de estas posibilidades, qué podría haber animado esta afrenta a un político al que se le reconoce mucho poder y que el politólogo Arturo Santamaría ha reconocido haber sido el jefe máximo de la política sinaloense.
La afrenta evidentemente no es empresarial, ni tampoco parece responder la antesala de una extorsión, como las que ocurren a muchos empresarios sinaloenses, sino que siendo quien es, necesariamente tendría que ser de naturaleza política.
La real o supuesta confrontación política que existe entre el grupo malovista y el gobernador Quirino Ordaz, más que por iniciativa propia, gracias a un interés geopolítico en Los Pinos, podría ser la cuestión que se encuentra de fondo en esta intimidación.
El reciente cónclave político-empresarial que el empresario Joel Valenzuela organizó en su rancho para festejar el cumpleaños del ex gobernador, contó con la presencia de un selecto grupo de personas, entre ellas  Jesús Vizcarra, con quien Millán Lizárraga tuvo desencuentros políticos luego de los comicios estatales de 2010, que terminaron llevando a Vizcarra a una derrota estruendosa frente a Malova.
Bien, esa reunión de las élites y factores reales de poder del estado, según trascendidos, tenía como objetivo cerrar filas en torno al gobernador por la disputa abierta entre el malovismo-gobernador-Presidencia de la República.
Esto que en condiciones normales no pasaría de un comentario en las columnas políticas adquiere una significación muy especial porque, según igual estas versiones, la Presidencia de la República estaría valorando continuar con el ajuste de cuentas de ex gobernadores que pudieran haber incurrido en actos de corrupción.
Ya están en la cárcel José Jesús Reyna García, ex gobernador provisional de Michoacán; Guillermo Padrés, ex gobernador de Sonora; Javier Duarte, ex gobernador de Veracruz; Roberto Borge, ex gobernador de Quintana Roo y estarían a la espera de ser llamados a cuentas César Duarte, ex gobernador de Chihuahua y Mario López Valdez, ex gobernador de Sinaloa.
Mario López Valdez siempre reconoció que Juan Millán era su padrino político y por lo tanto se le vio como parte de su equipo, incluso, éste pudo colocar en el gabinete a su hijo Juan Ernesto como responsable del combate a la pobreza. Cierto que cuando termina un gobierno los equipos políticos frecuentemente se disuelven, pero las circunstancias podrían reclamar lealtad política.
Y eso, quizá activó los resortes de un sector de beneficiarios del pasado gobierno y aunque la decisión, si es que llega, viene desde el centro, los actores locales son los que están a la vista y los poderes fácticos hacen sentir su presencia y desagrado.
Entonces, lo sucedido en el restaurante Mar and Sea de Culiacán, es muy probable que se inscriba en este momento de confrontación entre ambos bandos y solo esperemos que esto no escale porque estaríamos de nuevo viviendo un ciclo de violencia. Que nadie desea.
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