14 feb 2010

Doña Luz María Dávila

“Quería darle una cachetada al presidente”
Luz María Dávila, la mujer que increpó a Felipe Calderón, recordó lo que la impulsó a pararse frente al jefe del Ejecutivo federal.
Milenio Diario, 2010-02-14;
Luz María Dávila fija los ojos en un punto del piso de su modestísima casa ubicada en el barrio popular de Villas de Salvárcar, a una calle del sitio donde el 30 de enero un grupo de sicarios masacró a 15 jóvenes, entre ellos a sus dos hijos, Luis, de 17 años, y Marcos, de 19. Fija la mirada en el piso y recuerda lo que ocurrió el jueves pasado: se ve a sí misma parada frente al Presidente de la República. Recrea en su memoria la mirada que Felipe Calderón le lanzaba mientras ella lo increpaba. Interpreta lo que, según ella, le decían los ojos presidenciales, y confiesa:
—Ganas tenía de darle una cachetada… Sentí que me miraba como diciendo: “¡Ya cállese, señora! ¡Ya váyase!”… Ganas no me faltaban…
Aquí está Luz María, la mujer que trabaja de las seis de las mañana a las tres y media de la tarde en una maquiladora; la esposa de un vigilante de la misma empresa, José Luis Piña; la madre de dos varones que estudiaban y laboraban de empacadores; la mujer que, sentada en la salita de su hogar, ya no aguanta las lágrimas que le inundan los ojos al evocar a sus hijos masacrados aquí cerquita, a unos metros de esta casa donde se acaba de rezar y cantar el último novenario en memoria de los Piña, que ya sólo están vivos en fotos alumbradas por veladoras.
Luz María vuelve a recordar lo que le dijo al Presidente. Escucha las palabras que le lanzó frente al gobernador de Chihuahua, José Reyes Baeza, y el alcalde José Reyes Ferriz:
—Discúlpeme, señor Presidente, pero no le doy la mano porque usted nos es mi amigo. Yo no le puedo dar la bienvenida porque para mí usted no es bienvenido… Nadie lo es… El Ferriz y el Baeza siempre dicen lo mismo, pero no hacen nada, señor Presidente, y yo no tengo justicia: tengo muertos a mis dos hijos… Quiero que se ponga en mi lugar: no es justo que mis muchachitos estaban en una fiesta y los mataran… ¡Quiero que usted se disculpe por lo que dijo, que eran pandilleros! ¡Es mentira! Uno estaba en la prepa y otro en la universidad… Estudiaban y trabajaban… Yo sólo quiero que se haga justicia…
—Por supuesto… -asintió Calderón.
—¡No me diga “por supuesto”! ¡Haga algo! ¡Si a usted le hubieran matado a un hijo, usted debajo de las piedras buscaba al asesino!
Ya está aquí de nuevo Luz María, después de su regresión, y explica lo que sentía ahí, parada frente a los hombres y mujeres del poder:
—Sentía coraje, mucho coraje… Sentía que una fuerza me impulsaba, como que no era yo, y que tenía que decirle todo eso…
—Estaba frente al Presidente…
—Yo no le veía como Presidente. Es cualquier persona. Nada iba a detenerme a decirle lo que… Ni siquiera sabía qué iba a decir, salió del coraje. Yo hice ahí lo que otras gentes no se atreven por miedo, así que lo hice por mis hijos, por otros hijos, y por otras familias. Yo era puro coraje y de ahí salió la fuerza: yo pensaba en mis hijos y en que eso no se podía quedar así…
Luz María de Ciudad Juárez:
—Ahora aquí donde quiera hay sangre y ejecutados...
Ejecutados como sus hijos. Y sangre como la de sus hijos…
Empujo la puerta de la casita número 1310 de la calle Villa del Portal, a unos pasos del hogar de Luz María, y cede. No hay muebles. No haya nada. Es la escena de un crimen. Cruzo lo que era la sala y el comedor hasta un rectángulo escondido que quizá era un desayunador ubicado junto a la cocina. Aquí fue. Tres muros tienen numerosos impactos de bala, de cuernos de chivo, de fusiles AK-47. Uno de los proyectiles incluso perforó y deshizo el muro. Hasta aquí llegaron los sicarios: hasta la cocina de una casa. Aquí masacraron a los jóvenes: tres paredes están, desde el piso hasta el techo, salpicadas de sangre. Parece un tríptico lleno de manchas rojas, testimonio del terror cotidiano de Ciudad Juárez, donde cada día hay al menos tres ejecutados, uno cada ocho horas. Como los adolescentes y jóvenes que cayeron aquí, junto a estos muros de sangre.
A la vuelta de la casa de Luz María, frente a un parque, hay muchas pintas. Una de esas leyendas recita:
“Que hablen los muros de lo que las balas callan”.
Hablan los muros ensangrentados de Juárez, como esos donde quedó la sangre de los hijos de Luz María...
Juan Pablo Becerra-Acosta M./enviado

Columna "La Estación" de Galarza

Columna La Estación/Gerardo Galarza
Excélsior, 14 de febrero de 2010;
Una renuncia
La renuncia de miembros prominentes del Partido Acción Nacional (PAN) a su militancia no es extraña. En algunos momentos, en el interior de este partido esas dimisiones eran presentadas como una orgullosa prenda del debate ideológico interno, frente al autoritarismo de la línea del PRI. En el exterior, eran proclamadas como muestras de “la división” interna panista.
No ha sido para menos. Al PAN han renunciado tres de sus líderes nacionales (José González Torres, Pablo Emilio Madero y Carlos Castillo Peraza. González Torres y Madero también fueron candidatos a la Presidencia de la República), sin contar secretarios generales de su dirigencia nacional, fundadores, legisladores, militantes renombrados.
Fernando Gómez Mont no es único, aunque sea secretario de Gobernación, hijo de uno de los más renombrados fundadores y candidatos del PAN, Felipe Gómez Mont, y hermano de distinguidas panistas como María Teresa y Esperanza.
Todo ello lo sabe bien, muy bien, el presidente de la República, Felipe Calderón. Lo sabe de cerca, muy de cerca. Lo ha vivido. El 1° de marzo de 1981, el entonces diputado federal del PAN, Luis Calderón Vega, fundador de su partido y su primer historiador (Memorias del PAN, en tres tomos), renunció a su militancia. El ahora Presidente de la República tenía apenas 18 años e iniciaba su carrera política en ese mismo partido.
Casi tres años después de su renuncia, la tarde del jueves 9 de febrero de 1984 en su casa de Morelia, Calderón Vega aceptó una entrevista con el reportero para explicar periodísticamente su retiro. De entrada estableció que su dimisión fue a la institución, “no a mi convicción de panista”. Y respondió al por qué: “porque la dirección del partido ha venido sosteniendo una interpretación conservadora y obsoleta de los principios de doctrina, contra el espíritu e intención que dieron vida a Acción Nacional”.
La pregunta básica de la entrevista fue: “¿Si viviera Manuel Gómez Morín reconocería al PAN como el partido que fundó?”. Calderón Vega movió la cabeza negativamente y respondió: “No, no, qué lo iba a reconocer. Le voy a dar un ejemplo: el maestro Gómez Morín fundó, entre otras instituciones oficiales, lo que ahora es Banobras, con el objetivo de ayudar a los municipios pobres en la construcción de obras públicas. Caray, qué hubiera dicho cuando algunos diputados del PAN defendieron la proposición de López Portillo para prestarle no sé cuántos miles de millones de pesos al Grupo Alfa. Un préstamo para salvar a los millonarios. Imagínese, se hubiera muerto, si hubiera visto eso o por el hecho de que haya gente que sin ser panista esté casi dirigiendo al partido, como (Jesús) González Schmal, (Pablo Emilio) Madero, (José Ángel) Conchello...”
Sin estridencias, hizo una severa crítica de su partido, a sus entonces dirigentes. Salvó expresamente a Carlos Castillo Peraza y apostó por los jóvenes, “Espero, contra toda esperanza, un rencauzamiento del PAN; un volver a la ortodoxia en su principios. Hay grupos de jóvenes, especialmente, en distintas partes del país, que empiezan a darse cuenta de esa desviación. La tesis central del PAN está en el segundo párrafo de sus Principios de Doctrina y dice: `El interés nacional es preeminente; todos los intereses parciales derivan de él o en él concurren’. Ésta es la esencia del solidarismo y en ella no tiene cabida el capitalismo. Tengo la impresión de que es éste, precisamente este párrafo que intentan que se olvide”.
Fernando Gómez Mont, también panista de cepa, ha decidido renunciar a su partido y cobijar sus motivos, por lo menos públicamente, con el manto de la “discreción profesional”. Tiene todo el derecho, pero… serviría más al país y al que fue su partido si los explicitara públicamente. Es el primer secretario de Gobernación que renuncia a su partido en el ejercicio de su encargo.

Elogio de la prensa por Garzo

Elogio de la prensa impresa/ Gustavo Martín Garzo,  sus libros de cabecera son: 1. Poemas, Emily Dickinson; 2 Las mil y una noches; 3. Obra completa, Franz Kafka; 4. Don Quijote de la Mancha, Miguel de Cervantes; 5. Lejos de África, Isak Dinesen; 6. Iluminaciones, Walter Benjamin; 7. Poemas, César Vallejo; 8. Cuentos, Jacob y Wilhelm Grimm; 9. Luz de agosto, William Faulkner y 10. Autobiografía, Elías Canetti.Publicado en EL PAÍS, 14/02/10;

No son buenos tiempos para la prensa impresa. La crisis de la publicidad y el auge de los soportes digitales han restado protagonismo a esos periódicos en papel que solemos leer a la hora del desayuno y cuyas ventas disminuyen cada día.
Luis Mateo Díez escribió un relato sobre uno de sus maestros de infancia. Era un hombre afable y generoso que un día se fue del pueblo sin explicar la razón. Al acudir temprano a la escuela, los niños se encontraron un regalo de despedida. El maestro se había pasado la noche dibujando para ellos, con tizas de colores, el pueblo en que vivían. Y así pudieron ver los campos, las montañas, el río, las casas y la iglesia, es decir, todos los lugares que conocían y amaban, a una luz nueva, la luz que nacía del milagro de la representación.
Los buenos periodistas son como ese maestro. Se pasan la noche encerrados en sus redacciones, para que podamos ver al levantarnos la imagen del lugar en que vivimos. Y así nos ayudan a comprenderlo y a tener una mirada atenta y crítica sobre él. Es decir, transforman nuestro mundo en palabras, lo que es lo mismo que decir en una figura de nuestras cavilaciones.
Los periódicos no han dejado de empeñarse en esta labor desde su fundación. Así, sobre el mundo real, en el que estamos, han ido levantando ese otro mundo verbal que es el territorio de nuestros pensamientos y de nuestra memoria. Detrás de tal esfuerzo hay incontables noches en vela.
Cuesta imaginar cómo sería nuestra vida sin periódicos; cómo habrían sido, por ejemplo, las épocas oscuras de nuestra historia reciente sin su ayuda. Sin la ayuda, sobre todo, de los que supieron mantener su fe en la razón, en la libertad personal y en los valores democráticos. Pues eso deben ser los periódicos: compañeros leales, discretos y sensatos a los que acudir cada mañana no tanto para encontrar justificación a nuestras ideas o alimentar nuestros rencores, sino para relativizar nuestra verdad. Pues un periódico es, por encima de todo, un espacio de racionalidad y entendimiento, un pacio de encuentro con los demás.
El pintor belga Van Velde dijo que la misión de la pintura es dar rostro a lo que no lo tiene. Es lo que hacen los niños cuando dibujan. Ponen ojos y boca al sol, a las copas de los árboles y a las casas.
Dar rostro a las cosas es sentir que tienen que ver con nosotros. Los buenos periodistas hacen lo mismo. Nos enseñan a mirar el mundo, pero también a sentirnos mirados por él. Nos bastará así, por ejemplo, con leer uno de sus reportajes sobre esos cayucos que surcan el océano, para ver los rostros de los senegaleses que los ocupan. Y ver esos rostros, y sentir sus miradas, es tener que preguntarnos quiénes son, y por qué se ven obligados a emprender unos viajes en los que muchos llegan a morir. Es preguntarnos por ellos, pero también por lo que podemos hacer nosotros para que algo así no siga sucediendo. Pues un periódico es antes que nada un espacio moral, un espacio de responsabilidad y compromiso. Y, para lograrlo, el periodista se sirve del más delicado de los instrumentos, las palabras; que no deja de ser curioso que el que acaba de ver un partido de fútbol necesite, a la mañana siguiente, acudir al periódico para ver lo que se dice de él, como si no hubiera estado allí o como si dudara de lo que ha visto. Una duda muy saludable que le lleva a contrastar su opinión con la de sus vecinos, aceptando que no hay verdad absoluta sino verdades parciales, y que es de ese diálogo entre todas ellas de donde habrá de salir una verdad nueva capaz de acogernos a todos.
Y puede que sea esa la más maravillosa función que los buenos periódicos han cumplido hasta hoy, la de ser un lugar de entendimiento y de diálogo. Un lugar donde los ciudadanos iban a encontrarse como en un inmenso café, y en el que podían expresar sus opiniones y escuchar las opiniones ajenas. Un lugar igualitario en el que los poderosos aparecían al lado de los mendigos, los jueces al lado de los ladrones, los niños de los adultos, los empresarios de los obreros, y los banqueros de las gentes del circo, y en el que aprendían que la historia del más humilde de los hombres es la historia de todos. Un lugar en que el periódico de hoy sucedía al de ayer, y era sustituido enseguida por el de mañana, advirtiéndonos del paso veloz del tiempo y del frágil discurrir de la vida. Pero en el que también los periódicos viejos se resistían a morir y pasaban, una vez leídos, a cumplir con naturalidad funciones más humildes. Y así sus páginas se utilizaban para que manzanas y uvas maduraran, para que los zapatos no perdieran su forma, para encender las calefacciones, limpiar sartenes y cristales, hacer patrones de vestidos y, de forma especial, para ponerlas sobre los suelos recién fregados de cocinas y pasillos.
Era un mundo lleno de palabras y letras, lo que no dejaba de ser curioso en un país como el nuestro donde nadie o casi nadie leía. Esas letras estaban sobre los objetos cotidianos como una siembra benigna y su compañía nos hacía más discretos y reflexivos, pues así somos los hombres: no nos basta con vivir sino que necesitamos hacer de nuestra vida una historia que merezca la pena contar. Y un periódico es el relato polifónico de un pueblo entero, y un pueblo que se atreve a hablar de lo que le pasa está a salvo de la intolerancia y la locura.
Miguel Delibes dijo que la misión del escritor era la convocatoria de la palabra, y es eso justamente lo que hacen los periódicos, convocar cada mañana las palabras que necesitamos para seguir adelante. Un cuento judío cuenta la historia de un muchacho que acude al baño con su maestro. Hace tanto frío que del techo penden carámbanos. El maestro se ensimisma en sus oraciones y el muchacho, muerto de frío, le interrumpe para decirle que la lámpara acaba de apagarse. “Tonto”, le contesta el anciano, “toma un carámbano del techo y enciéndelo. Aquel que le habló al aceite e hizo brotar la llama le hablará también al carámbano y arderá”.
Eso nos dicen los periódicos: que debemos hablar a las cosas y las criaturas del mundo. Hablar a las víctimas de los desastres y las injusticias, hablar con los científicos y los mercaderes, con los niños, los ancianos y los artistas. Hablar con las fuentes, los ríos y los animales. Y así hacer brotar esas llamas que nos consuelen de nuestras penalidades, nos acompañen y nos ayuden a vivir.
Jorge Luis Borges escribió un poema para agradecer los dones que había recibido en su paso por este mundo. Daba las gracias por el rostro de Elena y la perseverancia de Ulises; por el último día de Sócrates; por aquel sueño del Islam que abarcó mil y una noches; por las rayas del tigre; por el lenguaje, que puede simular la sabiduría; por el amor, que nos deja ver a los otros como los ve la divinidad. Me atrevo a decir que ninguno de nosotros se olvidaría de incluir en esa lista el periódico que sigue llegando puntualmente a sus manos cada mañana.

Afganistán, el factor cultural

El factor cultural: una nueva estrategia impulsada por EEUU en Afganistán/Fernando Rocha y Jaime Otero
Publicado por El Real Instituto Elcano, ARI 22/2010 - 28/01/2010;
Tema: Barak Obama envió a Afganistán a uno de sus mejores generales, Stanley McChrystal, quien en su primer informe solicitó al presidente el envío de más tropas para proporcionar seguridad pero, sobre todo, un cambio de rumbo en la estrategia que tenga en cuenta el “entorno humano”.
Resumen: El análisis de las recientes operaciones militares internacionales ha puesto de relieve la falta de un conocimiento suficiente del “entorno humano” y de sus principales características socio-culturales. Al evaluar la misión de ISAF en Afganistán, el mando aliado ha subrayado que la situación es grave y que, a pesar de ciertos progresos, muchos indicadores sugieren que la situación general se está deteriorando, con un aumento de las acciones de los insurgentes y una crisis de confianza de los afganos en sus instituciones y en la comunidad internacional. Se señala, por consiguiente, la necesidad de “redefinir el combate” y se propone una nueva estrategia que ponga el acento en la población. Este análisis describe como el mando aliado pretende desplazar el centro de gravedad de la operación militar, que hasta ahora había sido desarticular el movimiento talibán y en adelante será ganarse a la población local mediante una mayor interacción cultural, y se plantea qué puede aportar España, presente en la ISAF, al nuevo enfoque estratégico.
Análisis: La estrategia seguida en los últimos años tanto por la OTAN como por EEUU en la operación Libertad duradera, ha dado frutos en la estabilización del país, en la mejora de la calidad de vida y en la formación de fuerzas armadas y de seguridad que tuvieran un valor significativo para la población, pero ha dejado mucho que desear en otros aspectos como son la protección de la propia población local, su confianza en las instituciones y su percepción de las fuerzas extranjeras que operan en el país.
Con la llegada del general McChrystal al mando de ambas operaciones (ISAF y Libertad Duradera) en junio de 2009, se ha decidido dar un cambio de timón en los planteamientos básicos una vez estudiados en detalle los resultados de las misiones realizadas durante los últimos años. En Afganistán, y a pesar de los reveses sufridos por los talibán, éstos han alcanzado mayores cotas de poder territorial y han redoblado su actividad, amenazando el éxito de la misión de estabilización y reconstrucción. El diagnóstico del general McChrystal en su informe inicial como comandante de ISAF de junio de 2009 es que el éxito es posible, pero no simplemente aportando más recursos sino adoptando una nueva estrategia que tenga credibilidad y sea sostenible para los afganos.
Un elemento central en esta nueva estrategia es la población. El objetivo exclusivo no es ya ocupar terreno y vencer a las fuerzas insurgentes, sino también y sobre todo la población civil. Es preciso ganarse el apoyo de la sociedad afgana, lo que requiere “un mejor entendimiento de las aspiraciones y necesidades de la gente”. Para ello es necesario proteger a la población y aumentar la confianza en su gobierno y en la coalición internacional, pero también cambiar la “cultura operacional” de los aliados para conectar con la gente, “interactuar más estrechamente con la población y concentrarse en operaciones que le proporcionen estabilidad y protección de la violencia insurgente, la corrupción y la coacción”. ISAF es una fuerza convencional “sin experiencia en lenguas y culturas locales” y concentrada en resolver los problemas inherentes a una coalición. Preocupada por la seguridad de sus propias fuerzas, la coalición ha actuado de forma que ha aumentado la distancia, física y psicológica, con la gente a la que debía proteger. Al adoptar tácticas en las que los daños colaterales se tomaban como algo inevitable, como parte del riesgo habitual, se ha puesto en peligro el éxito estratégico de la misión: “los insurgentes no pueden vencernos militarmente, pero nosotros podemos derrotarnos a nosotros mismos”.[1]
Las fuerzas aliadas deberán entender mejor la forma en la que viven y se comunican las diferentes etnias que habitan en la zona y en qué medida afecta esto a las operaciones. Para ello, tiene mucho camino que recorrer en el conocimiento de Afganistán. Debe incorporar personal especializado que conozca las lenguas locales. El personal de la coalición deberá ser instruido en el respeto a las tradiciones locales y demostrar curiosidad intelectual por los afganos y su cultura. Además, debe cultivar las relaciones con la población local: “Para obtener la necesaria información e inteligencia sobre el entorno, ISAF debe estar el mayor tiempo posible con la gente y el menor tiempo posible encerrada en vehículos blindados o tras los muros de las bases”.
Es difícil proporcionar una mayor seguridad a los afganos si las fuerzas que les han de proteger no transmiten seguridad. Es inevitable, por tanto, compartir en alguna medida los riesgos con la población local. Un mayor acercamiento a la población civil implica, sin duda, un aumento de los riesgos para las fuerzas de la coalición. El reciente atentado suicida contra agentes de inteligencia de EEUU en la base de Khost muestra las complejidades que lleva consigo la obtención de inteligencia a través de un contacto más estrecho con la población local, así como los riesgos en que pueden incurrir las fuerzas de seguridad en el cumplimiento de este objetivo.
La primera premisa: conocer la cultura
No es extraño que el diagnóstico del general McChrystal apunte a objetivos como mejorar el conocimiento y comprensión de Afganistán, cultivar relaciones con la población o proyectar confianza sobre ella, como parte de una nueva estrategia general. La de Afganistán no es la única operación a gran escala en la que se han detectado insuficiencias y fallos derivados de la falta de integración y coordinación entre los distintos actores en presencia. Entre las fuerzas aliadas se han desarrollado, en consecuencia, conceptos tendentes a suplir estas carencias. Uno de ellos es el “enfoque integral” (Comprehensive Aproach), que pretende encontrar pautas comunes que permitan una mejor cooperación entre los distintos actores en presencia, que a menudo responden a objetivos, intereses y culturas organizativas diferentes.
Según Iñigo Pareja y Guillem Colom, el concepto de enfoque integral surge de la insatisfacción por los resultados obtenidos en la gestión de las crisis recientes. Las lecciones aprendidas muestran que “cualquier solución estable y duradera sólo puede alcanzarse si se combinan acciones y efectos procedentes del ámbito diplomático, informativo, militar, económico, político o civil. El enfoque integral pretende que todos los actores participantes concierten sus estrategias y acciones desde el primer momento y al más alto nivel, compartiendo objetivos y planeamiento para evitar que la gestión de la crisis pueda verse afectada por factores como la divergencia de prioridades, la falta de realismo en los objetivos, la duplicación en las actividades o el enfrentamiento entre estrategias”.[2]
El concepto de sensibilización o concienciación transcultural (Cross-Cultural Awareness, CCA), surge también de aquella insatisfacción. Mientras el concepto de enfoque integral fue desarrollado mediante el Experimento Multinacional MNE-5, el de concienciación cultural es parte integrante del MNE-6, en el que participan 18 países.[3] España es la encargada de dirigir el objetivo del experimento cuyo fin es desarrollar el concepto de CCA, que ya ha empezado a ser incorporado ampliamente por la doctrina militar aliada (Joint Operating Environment 2008, US Joint Forces Command) y la nacional (La Fuerza Conjunta ante los retos del futuro 2009, Unidad de Transformación de las Fuerzas Armadas).
La necesidad de conocer el entorno socio-cultural siempre ha sido un factor clave en cualquier estrategia militar. En recientes operaciones internacionales, se considera que este factor se ha ignorado o dejado de lado. En un paper firmado por Sheila Miyoshi para el Instituto de Estudios Estratégicos del Ejército de EEUU sobre “Los usos del conocimiento cultural” (noviembre de 2007) se afirma que el análisis de lo que fue mal en Irak ha llevado a la conclusión de que los planificadores de la ocupación adolecieron de una patente falta de conocimiento sobre las dinámicas culturales de la sociedad iraquí, en referencia no sólo a las creencias y costumbres de un país predominantemente musulmán, sino también y sobre todo al legado del colonialismo, a las persecuciones contra kurdos y chiíes,o al sustrato tribal que afloró después de la desmilitarización y la disolución del partido Baaz. Como consecuencia de aquella falta de lo que podríamos llamar “planeamiento cultural”, las fuerzas de ocupación hubieron de trabajar en un vacío cultural e histórico.
Se diría que la importancia de conocer el entorno humano y de tener la capacidad de interactuar con él aumenta cuanto más diversa es la sociedad que lo compone y más lejana se encuentra de una coalición a su vez heterogénea. Los informes procedentes de Afganistán resaltan la complejidad social y cultural de la población afgana y cómo la pluralidad de lealtades y relaciones de dependencia que existen según la adscripción a provincias, religiones, etnias, tribus o señores de la guerra, obliga a acercarse a cada grupo humano de forma diferente. Añádanse a estas divisiones, para complicar aún más el cuadro, elementos más recientes como la sovietización introducida durante la ocupación rusa, la incipiente urbanización en una sociedad predominantemente rural y el surgimiento del movimiento islamista radical de los talibán. El 95% de la población se reparte en siete etnias diferentes. Sólo la etnia pastún, la dominante en Afganistán, se compone de más de 60 tribus y 400 sub-tribus, que forman un intrincado sistema tribal. La mayoría musulmana es sobre todo de pertenencia suní (el 80%), con una considerable minoría chií (el 19%). Además de las dos lenguas oficiales (dari o farsi afgano y pastún) se hablan más de otras 40 lenguas y dialectos.
Informes de los comandantes de las unidades provinciales de reconstrucción (PRT por sus siglas en inglés) en Afganistán indican que su labor sería mucho más eficaz si hubieran estado entrenados en Cultural Awareness y conocieran mejor la lengua del área donde están desplegados. No hay ninguna duda de que, en cualquier circunstancia, conocer la cultura de la zona donde se desarrollan las operaciones y ser capaces al menos de decir unas palabras en la lengua nativa de la misma son factores que pueden tener un impacto positivo en el desarrollo de las operaciones y derribar barreras para conseguir una mayor interacción con la población local. No se trata únicamente, por tanto, de conocer al adversario en todas sus facetas, sino de facilitar la interacción con la población civil que constituye el entorno humano en el que se desarrolla la lucha contra la insurgencia y que, al optar por uno u otro bando de la contienda, puede ser con su actitud un factor determinante para el éxito de la misión. La concienciación intercultural es esencial si se pretende tener relación con personas que pertenecen a otras culturas. Determinados gestos, posturas o actos son interpretados de forma diferente según la cultura a la que pertenezcan estas personas, y lo que para uno puede ser apropiado para otro puede ser considerado inconveniente, inaceptable o insultante. Arrestar a un sospechoso a la salida de la oración en la mezquita es no solo irrespetuoso o insultante para el arrestado sino también para el mulá, que es el responsable de la seguridad antes, durante y después de la ceremonia.
Hay que tener en cuenta, además, que aunque el conflicto en Afganistán exige un esfuerzo de concentración de recursos comparable al de una guerra convencional, en el aspecto operacional la insurgencia se comporta como un adversario no convencional. Parece ahora importante que para contrarrestar eficazmente las actividades de un adversario irregular es necesario tener, con más motivo, un conocimiento amplio y profundo de la sociedad y la cultura donde éste actúa, de su estructura social, tribal y religiosa, y de sus usos y costumbres, así como de sus intereses y aspiraciones.
En línea con el Comprehensive Approach, la sensibilización cultural responde al convencimiento de que los conflictos no pueden ser solucionados sólo con medios militares, sino que hace falta, además, una conjunción de medidas económicas, sociales y políticas. En este nuevo enfoque cultural esto tiene una gran importancia puesto que las crisis se solucionan creando alianzas, obteniendo ventajas de carácter no militar, creando confianza en la población local, revertiendo opiniones y manejando percepciones. Para llevar a cabo estos cometidos con eficacia se debe ser capaz de comprender a la población, su cultura y sus motivaciones.
Significado y uso de la cultura para las fuerzas armadas
La importancia de un profundo conocimiento de una sociedad tiene cabida en los tres niveles de conducción de conflictos: estratégico, operacional y táctico. En el nivel estratégico, el apoyo a determinados líderes, etnias o religiones determinadas podrían producir rechazos en la sociedad en general y alargar la solución de la crisis. A nivel operacional, la falta de apreciación de los aspectos culturales podrían conducir a implementar líneas de acción que podrían exacerbar la insurgencia; y a nivel táctico si se desconocen los usos y las costumbres las consecuencias podrían acarrear la afiliación de la población a grupos terroristas, el odio a todo lo occidental, la pérdida de confianza y la frustración entre los ciudadanos. Pero no sólo este aspecto cultural es relevante en operaciones militares; es también significativo a la hora de interaccionar con otras agencias y organizaciones internacionales presentes en el teatro de operaciones y con las instituciones locales. La conciencia intercultural y la comunicación son de vital importancia para las agencias a la hora de coordinarse y de llegar a metas comunes.
La aplicación concreta de estos objetivos en el nivel de las operaciones no es tarea sencilla, dado el nivel de amenaza existente sobre el terreno. Existen algunas iniciativas de aplicación concreta del enfoque cultural en las operaciones de Irak y Afganistán. Se está considerando la incorporación a los estados mayores de un equipo permanente de asesores culturales (Cultural Advisers) que conviertan el conocimiento cultural en elementos útiles para el planeamiento, al igual que en el pasado se hizo con los asesores políticos y jurídicos. Varios países aliados han comenzado a introducir equipos para el contacto con el “terreno humano” (Human Terrain System, HTS). Esta iniciativa consiste en incorporar a científicos sociales o antropólogos en las unidades militares sobre el terreno, que faciliten la relación con la población civil y contribuyan a un mejor conocimiento del entorno cultural por parte del mando operacional, gracias a la información recogida por estos equipos. Aunque los resultados de estas experiencias aún están siendo sometidas a evaluación, se argumenta que están teniendo un impacto positivo no sólo en el acercamiento a la población y en la obtención de información valiosa, sino también en la seguridad de las tropas gracias a una mayor colaboración por parte de la población local. España está también en este camino y está preparando su primera célula HTS para ser desplegada próximamente.
Una nota de doctrina elaborada por el Ministerio de Defensa británico, publicada en enero de 2009, proporciona algunas directrices básicas sobre el significado y uso de la cultura para las fuerzas armadas (The Significance of Culture to the Military, JDN, 1/09). Aprender a interactuar con interlocutores de culturas diferentes, adquiriendo las técnicas de comunicación necesarias para ello y dejando a un lado el etnocentrismo innato, es un elemento clave en la aplicación del enfoque cultural. Una sección relevante de la nota está dedicada al modo de reforzar las capacidades culturales del dispositivo militar, lo que exige tanto la recogida de información como la formación y el entrenamiento especializado del personal. Al comparar las operaciones internacionales actuales con las del pasado colonial, la nota advierte que los funcionarios coloniales, civiles y militares, pasaban años, a veces toda una carrera profesional, en un único país, en contacto cotidiano con la población local y aprendiendo a menudo su lengua y sus costumbres. Este nivel de inmersión es raro en el personal destinado actualmente en misiones internacionales, lo que explica que el propio general McChrystal haya promovido la formación (incluyendo entrenamiento cultural y aprendizaje de lenguas) de personal especializado en un área geocultural (Pool of Regional Expertise) y con continuidad en ella, cosa que al parecer no está resultando sencilla (“Slow Start for Military Corps in Afganistán”, NYT, 6/I/2010).
Cooperación cultural y operaciones de paz
Hasta aquí se ha venido tratando del enfoque cultural en referencia a un concepto amplio de “cultura”, como el conjunto de manifestaciones materiales o inmateriales de las sociedades humanas: lenguas, ideas, creencias, costumbres, tradiciones, ritos, objetos, imágenes, etc. Es un concepto extenso, pues engloba todas las manifestaciones del espíritu humano, pero también profundo, porque llega hasta el grado de la inconsciencia, de modo que sólo nos damos cuenta plenamente de que pertenecemos a una cultura concreta cuando nos sacan de ella. Así, por “enfoque cultural” nos referíamos a la conveniencia de crear una conciencia transcultural –cross-cultural awareness– que habría de permitir a los distintos actores participantes en la gestión de la crisis (que pueden tener culturas nacionales e institucionales diferentes, como los contingentes nacionales o las distintas instituciones, civiles o militares, que se encuentran en el teatro de operaciones) concertarse entre sí y a su vez con la población civil local, evitando o mitigando el choque cultural, con el fin de facilitar el cumplimiento de la misión.
En el plano geopolítico, hay una tendencia creciente a interpretar las rivalidades y los conflictos internacionales en clave “cultural”, dando una creciente importancia a factores intangibles como la identidad, las diferencias culturales y lingüísticas, las creencias religiosas, las imágenes o las percepciones del otro. Esta tendencia, de hecho, está inspirando los nuevos esfuerzos diplomáticos de EEUU, que buscan ganarse “los corazones y las mentes”, no sólo en el mundo musulmán sino en otras áreas del mundo donde existen conflictos potenciales. Hemos visto como, en el plano operacional, el concepto de sensibilización transcultural se está ensayando no sólo con fines de conciliación con la población sino como una capacidad de combate más.
Pero además de esta acepción amplia, antropológica, existe otra forma más concreta de entender el término “cultura” que se refiere a las manifestaciones de carácter puramente artístico, producto de la creatividad humana, que también deberían tenerse en cuenta en una visión a más largo plazo de la gestión de crisis y de la reconstrucción posbélica. Una de ellas se refiere al patrimonio artístico. Las convenciones internacionales, tanto las de Ginebra sobre conflictos armados como las de protección del patrimonio de la UNESCO, prohíben expresamente los actos contra el patrimonio cultural o espiritual, así como su uso para apoyar el esfuerzo militar.
Las situaciones de conflicto no sólo producen destrucción del patrimonio sino que además son propicias al expolio y al contrabando. Tanto Irak como Afganistán han sufrido masivamente el saqueo y la venta ilegal de artefactos artísticos. Se calcula que en Afganistán han sido sacadas del país más de 50.000 piezas desde los años 80. En Irak, donde existen 10.000 lugares de valor arqueológico mal guardados, las piezas robadas podrían ser más de 100.000, empezando desde antes de la invasión aliada. Recordemos el asalto en abril de 2003 al museo nacional de Bagdad, reabierto parcialmente en febrero de 2009 después de seis años. La prensa occidental se llenó de denuncias no sólo por la pasividad de las fuerzas aliadas ante los saqueos, sino también por la conversión de sitios protegidos en instalaciones militares e incluso por complicidad en el expolio. El destino de la legendaria Babilonia, primero groseramente restaurada por Sadam Hussein y luego convertida en una base militar por los aliados, es sólo un botón en un largo muestrario de daños causados por el conflicto armado.
La destrucción y el expolio del patrimonio cultural tienen un impacto considerable en la opinión, si nos atenemos a la repercusión que han tenido los saqueos en los medios de comunicación. En un artículo aparecido en el NYT en 2007, Matthew Bogdanos, coronel de Marines en la reserva y autor del libro Los ladrones de Bagdad, señalaba que el saqueo en Irak, cuna de una de las civilizaciones más antiguas de la humanidad, ayudaba a financiar a la insurgencia y que la pasividad de las fuerzas aliadas enviaba a la población iraquí el mensaje de que sólo nos importa nuestra propia cultura. Bogdanos sugiere que en futuras misiones se asigne a determinadas unidades la misión de proteger los lugares de valor cultural. Y cita al general Eisenhower antes del D-Day: “Inevitablemente, en nuestro avance encontraremos monumentos históricos y centros culturales que simbolizan el mundo por cuya preservación luchamos. Es responsabilidad de cada mando militar proteger y respetar estos símbolos siempre que sea posible”.
Estos efectos negativos en la opinión han empezado a paliarse con proyectos de cooperación cultural y de recuperación del patrimonio. En junio de 2009, por ejemplo, se inauguraba en el Metropolitan Museum de Nueva York una exposición que estuvo antes en París y que muestra los tesoros de Afganistán salvados de la iconoclastia talibán y recuperados después de la ocupación aliada. Los Budas de Bamiyan destruidos en 2001 y declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2003 están en proceso de restauración con el apoyo de las autoridades locales, que albergan la esperanza de convertirlos en un foco de atracción turística. Muchos objetos de arte robados del museo nacional iraquí han sido recuperados con la ayuda aliada y también gracias a la colaboración de las autoridades sirias y jordanas. Las autoridades iraquíes tienen prisa por reabrir los lugares históricos y los museos, para atraer el turismo, pero también como prueba de la estabilización y el progreso alcanzados. En el acuerdo de seguridad con EEUU que entró en vigor en enero de 2009 se incluyeron referencias a la devolución del control de lugares de interés patrimonial o histórico, así como a posibles hallazgos culturales.
Hay muchos otros ejemplos de la cooperación retomada de las potencias ocupantes, sobre todo en materia arqueológica, con las autoridades iraquíes. Lo que se desprende de ellos es que mostrar respeto e interés por el patrimonio cultural del área ocupada, además de ser un medio de conciliar a las fuerzas ocupantes con la población y formar parte, por lo tanto, de la Cultural Awareness, puede contribuir a la reconstrucción de la economía si se traduce en protección efectiva de monumentos, bibliotecas u otras infraestructuras culturales para convertirlos en lugares de interés turístico.
El último elemento al que cabría referirse, tras el enfoque antropológico y la atención al patrimonio cultural, es el de la diplomacia cultural. Se considera la cooperación cultural como un instrumento idóneo para hacer amigos, para ganar hearts and minds. Si se trata de introducir el enfoque cultural en el planeamiento estratégico, con una visión a largo plazo en la estabilización y la reconstrucción, conviene también tener en cuenta la acción cultural. La cuestión es cómo hacerlo en situaciones de conflicto o posbélicas sin incurrir en la banalidad o sin provocar efectos contraproducentes que provoquen el rechazo en la población.
Quienes trabajan en la diplomacia cultural saben que no da rendimientos inmediatos, que formar expertos y mediadores lleva años, que se trata de crear relaciones personales y de confianza no sólo mediante la promoción de la cultura propia sino a través de los intercambios, aprovechando para darse a conocer pero también para conocer mejor al otro y fomentar su cultura, hacer que la cultura sea un medio de recuperación de la autoestima e incluso de desarrollo social y económico para las poblaciones afectadas por la crisis. Se trata genuinamente de una inversión estratégica, a largo plazo.
Parece coherente que España, que ha hecho de la promoción de su cultura un elemento clave de su proyección exterior, incorpore también la cooperación cultural (en sentido concreto: lengua y artes) al enfoque cultural (en sentido amplio: antropológico) en la actuación de sus fuerzas armadas en el extranjero. Ha tenido no poca repercusión el programa Cervantes, puesto en marcha en 2007, por el que los militares destacados en el sur del Líbano organizaron clases de español en colegios de la zona. Con reserva de la evaluación de los resultados del programa, esta iniciativa constituye una buena muestra de las posibilidades de la cooperación cultural en las relaciones de las fuerzas armadas con la población civil y, a más largo plazo, para sentar las bases de una relación duradera.
Un reportaje reciente (“Rebuilding Iraq, One Poem at a Time”, Boston Globe, 8/III/2009) describía otro caso de cooperación cultural integrada en la actuación de las fuerzas armadas: la reconstrucción del distrito de Rashid en Bagdad por parte de un equipo formado dentro de una unidad militar estadounidense, en este caso la base de Marines Falcon. El equipo lo dirige un funcionario militar y está compuesto por diplomáticos y expertos en desarrollo cultural y comunitario. Describen su misión como de community stabilisation: cómo hacer que la gente sienta que vive en una ciudad normal mediante la revitalización de la expresión artística; en este caso, se puso el acento en el empleo de la poesía, al parecer una forma de expresión muy importante en Irak.
Conclusiones: Cuando el general británico Allenby tomó la ciudad de Jerusalén a los otomanos en 1917, antes de entrar en la ciudad se bajó de su caballo y entró a pie. Este gesto fue percibido por todos como una muestra de respeto a la ciudad santa y a la importancia que para las tres religiones había tenido hasta ese momento. El general Allenby cortó con ese gesto cualquier veleidad de convertir la toma en una cruzada y su gesto ha sido objeto de comparación con todas las demás.
La sensibilidad cultural, algo de lo que la historia militar ha dado tan ilustres ejemplos y que podría parecer tan obvio, por momentos parece un conocimiento semiolvidado en las fuerzas armadas y no es algo que haya que dar por automáticamente incorporado a las actuales misiones internacionales de estabilización y reconstrucción. Si en el plano estratégico se ha extendido la idea de que la intervención militar no basta por sí sola para combatir la insurgencia y el terrorismo y necesita tanto del apoyo de la opinión en retaguardia como el de la población más directamente afectada por la violencia, es necesario dar un paso más allá y asegurarse de que el enfoque cultural se incorpora a los niveles operativos.
Los aliados han puesto en marcha experiencias y grupos de reflexión en el nivel doctrinal, dirigidos a desarrollar el concepto de sensibilización cultural (Cross-Cultural Awareness) y su aplicación en el nivel operativo. Se trata de conocer los valores, los intereses y las necesidades de la población local, no sólo como medio para lograr una mejor aceptación de la presencia de fuerzas extranjeras, sino como capacidad de combate, para aumentar la seguridad de la población y de las tropas aliadas y mejorar la eficacia de sus acciones.
Las Fuerzas Armadas españolas empiezan ya a tener una trayectoria muy apreciable en misiones en el exterior y un historial de buenas prácticas en materia de interacción con la población civil reconocido internacionalmente, y tiene mucho que aportar al esfuerzo aliado en este terreno. Además, España ha hecho de la cooperación cultural un elemento clave de su proyección exterior. Si queremos incorporar a la actuación exterior de las fuerzas armadas el enfoque cultural, tanto en su sentido amplio como en el sentido más concreto de la lengua, las artes o el patrimonio, es importante el trabajo de campo y la evaluación de resultados, incorporando en lo posible a expertos en las unidades militares, pero también es crucial fomentar en España los estudios sobre la historia, la antropología, la etnografía, la sociología y los idiomas de las áreas de conflicto.
Fernando Rocha
Teniente coronel del Ejército de Tierra y director nacional del MNE-6
Jaime Otero
Investigador principal de Lengua y Cultura del Real Instituto Elcano
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[1] “Comisaf’s Inicial Assessment”, 30 August 2009. Commander, NATO Internacional Security Assistance Force, Afgjanistan. U.S. Forces, Afghanistan.
[2] http://www.tinyurl.com/y97tstj.
[3] Esta serie de experimentos, iniciada en 2001, tiene como objetivo mejorar los métodos de conducción y planificación de operaciones en coalición.

La muñeca de la mafia


La muñeca de la mafia
Revista colobiana Semana, Sábado 13 Febrero 2010;
Desde hace varios años Patricia Rodríguez era uno de los enlaces más importantes de Joaquín el ´Chapo´ Guzmán, jefe del cartel de Sinaloa en México en donde es considerado el Pablo Escobar de ese país
La verdadera protagonista de la operación contra el narcotráfico más importante de la última década es la viuda de un capo que terminó convertida en jefe de la mafia, y la principal conexión de los poderosos carteles mexicanos.
A las 6:15 de la mañana del pasado 8 de febrero la mafia sufrió uno de los golpes más fuertes en los años recientes. A esa hora, en una operación simultánea en siete ciudades del país, más de medio centenar de hombres de un grupo especial de la Dirección de Investigación Criminal (Dijín) de la Policía capturó a 22 narcotraficantes solicitados en extradición por el gobierno de Estados Unidos. Por el número de arrestos, el volumen de droga que exportaban y la importancia que tenían en el mundo del narcotráfico, se trató del caso más emblemático desde la célebre Operación Milenio que en 1999 terminó con el arresto de una veintena de narcos de primera línea, entre los que estaba Fabio Ochoa.
La operación comenzó en agosto de 2007 cuando un fiscal especializado de Medellín coordinó con un grupo elite de la Policía interceptar una línea telefónica. Se trataba de un piloto que realizaba vuelos para el narcotráfico desde el aeropuerto Olaya Herrera de Medellín. Los analistas de la Dijín empezaron a armar un complejo entramado con otros 900 teléfonos, lo que les permitió establecer un primer mapa que reveló que estaban frente a una gigantesca organización de narcotráfico que exportaba entre cinco y ocho toneladas de coca hacia Centroamérica. Allí comenzó una tarea de identificación de los integrantes de la red. La estructura base estaba conformada por 12 pilotos en Antioquia, Córdoba, Valle y Meta, quienes, aunque algunas veces 'trabajaban' independientes, realizaban la mayoría de sus narcovueltos al servicio de capos como Maximiliano Bonilla, alias 'Valenciano', y Daniel Arnoldo Barrero, alias el 'Loco'.
Una vez se identificó a los principales pilotos, el grupo especial de la Dijín comenzó a realizar seguimientos día y noche a cada uno de ellos. Gran parte de los datos y la información más importante se consiguieron gracias a que un grupo de oficiales mujeres se camufló como ejecutivas, vendedoras de seguros, trabajadoras del aeropuerto y logró acercarse a cada uno de los pilotos hasta ganarse su confianza.
Una de las partes más complicadas de toda la operación desarrollada por la Policía corrió por cuenta de María Patricia Rodríguez, la única mujer entre los 22 capturados de la semana anterior.
Conocida con los alias de la 'Señora' o la 'Doctora', Rodríguez tiene una inusual historia en el mundo del narcotráfico. Con 38 años de edad lleva más de una década rodeada de narcos por cuenta de quien fue su esposo, Francisco Cifuentes. Conocido como 'Don Pancho', era el hermano de Fernando Cifuentes, el hombre de confianza y quien asesinó a finales de los años 90 a Efraín Hernández, alias 'Don Efra', uno de los temidos jefes del cartel del norte del Valle. 'Don Pancho' recorrió y trabajó para prácticamente todos los carteles del país: norte del Valle, Cali y Medellín. Tenía varias ventajas. Un hangar propio en el aeropuerto Olaya Herrera de Medellín y una de sus fincas en Ayapel, Córdoba, tenía una pista autorizada por la Aerocivil, conocida como 'Torre 80'.
Pero por encima de esto, su valor en el mundo del narcotráfico consistía en que era el hombre en quien más confiaba Joaquín el 'Chapo' Guzmán, el jefe del sanguinario y temido cartel de Sinaloa y quien es considerado el Pablo Escobar mexicano. Era tan grande la confianza, que a comienzos de 2007 el 'Chapo' compro 13 aviones para dárselos a 'Don Pancho' para exportar juntos coca desde Colombia hacia México.
En todos los viajes, negocios y reuniones entre el colombiano y los mexicanos estaba su esposa Patricia, que conocía el negocio tan bien como su marido. En abril de 2007 'Don Pancho' fue asesinado por hombres de la 'oficina de Envigado' en su finca de Caucasia. Patricia Rodríguez, con dos hijos de 14 y 18 años, había entrado a engrosar la larga lista de las viudas del narcotráfico. Lo que no sabía era que la muerte de su marido sería el punto de quiebre en su vida que la llevaría a ser la mujer de un mafioso, a ser la socia y convertirse en uno de ellos.
Con su esposo muerto pasó lo que es común en el mundo de la mafia. El 'Chapo' envió a Colombia a varios delegados suyos para arreglar algunas cuentas con la viuda de su ex socio. Aparte de la deuda por la compra de los aviones, el capo mexicano le pidió a Patricia pagarle el costo de un cargamento de 10 toneladas de coca que nunca llegó a su destino y del cual no se supo nada a raíz del asesinato de 'Don Pancho'.
Como a todas las viudas de la mafia, Patricia debía entregarles a los mexicanos todas las haciendas que le había dejado su esposo en Córdoba, Urabá y Antioquia. Lo mismo que lujosos apartamentos y varios aviones de su propiedad. Para sorpresa de los enviados de el 'Chapo', Patricia decidió pelear por la fortuna que le había dejado su marido.
Y fue más allá. Pidió una cita con el capo mexicano en un terreno neutral, con el temor de que si iba a reunirse con él a México podía ser asesinada. La cita ocurrió en Panamá y allí la mujer convenció al 'Chapo' de asociarse con ella, algo extremadamente inusual en el machista mundo del tráfico de drogas. Desde ese momento, hace más de dos años, Patricia se convirtió en uno de los enlaces principales del 'Chapo' en Colombia. La mujer tenía todo para entrar pisando fuerte. Conocía a los proveedores, en sus fincas tenía sus propias pistas, tenía los pilotos que trabajaban para ella, e incluso, ella aprendió a pilotear.
Su vida transcurría entre Medellín, en donde vivía; Panamá; México, y Miami, a donde acudía a reuniones para coordinar sus 'negocios'. Su obsesión de estar tres horas diarias en un gimnasio, y sus viajes al exterior, eran monitoreados por personal infiltrado de la Policía que la seguía de día y de noche.
El jueves pasado el director de la Policía, general Óscar Naranjo, y algunos de los oficiales que participaron en la operación fueron invitados por el Departamento de Estado y la Fiscalía de Dallas, Texas, en donde se expidieron las 22 órdenes de extradición. Allí recibieron una condecoración por la operación y contaron los detalles de la captura de la viuda de la mafia.

Cónclave panista

Chocan Creel y Madero por titular de la Segob
Nota de Ariadna García y Carole Simonnet
Reforma, 14 febrero 2010.- Los senadores del PAN Gustavo Madero y Santiago Creel difirieron sobre la permanencia de Fernando Gómez Mont al frente de la Secretaría de Gobernación, luego de la renuncia que presentó a la militancia del blanquiazul.
Mientras Madero señaló que la permanencia de Gómez Mont al frente de Gobernación no está en duda y que es un interlocutor de primer nivel, Creel sugirió que debe estar al frente de esa dependencia un militante panista, para que promueva y apoye los programas de Gobierno y del partido.
"Creo que hoy en día, en un país con la pluralidad que representa, sin duda es deseable que el Secretario de Gobernación sea a la vez militante del partido que está gobernando, es algo deseable, para hacer avanzar el proyecto de gobierno, para defender el proyecto del partido", dijo Creel.
Pidió además una explicación a Gómez Mont sobre el motivo real de su renuncia al blanquiazul y a las "especulaciones" sobre un supuesto acuerdo del secretario de Gobernación con el PRI.
Por su parte, Madero, manifestó su respeto por Gómez Mont a quien además describió como un hombre de principios y de confianza. Señaló que la permanencia de Gómez Mont al frente de Gobernación no está en duda.
" El PAN le tiene confianza y reconocimiento a Gómez Mont quien es un interlocutor de primer nivel", indicó.
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Mmm, la frase en el caso de Creel esta sacada de contexto.
"De cualquier manera, el secretario de Gobernación por mi parte tendrá la interlocución, el diálogo y la operación política por lo que hace al Senado y a mi persona. Sin embargo, es una situación que lamento sin lugar a dudas; dijo Creel, despues vino la pregunta.
-Usted fue secretario de Gobernación. ¿Se puede ser secretario de Gobernación de un gobierno sin pertenecer a ese partido?
-Cada circunstancia es distinta. Ha habido secretarios de Gobernación con militancia partidista y ha habido secretarios de Gobernación sin militancia partidista. Creo que hoy en día, en un país con la pluralidad que representa, sin duda es deseable que el secretario de Gobernación sea a la vez militante del partido que está gobernando. Es algo deseable, su partido es el instrumento de gobierno para hacer avanzar el proyecto de gobierno, para defender al proyecto. Lo deseable es eso, pero ha habido circunstancias en que ha habido secretarios de Gobernación no militantes partidistas.
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Cierra PAN filas por las alianzas
Defiende Corral propuesta de coaliciones. Dan consejeros respaldo al proyecto de dirigencia nacional para las elecciones
Nota de Carole Simonnet y Ariadna García
Reforma, 14 febrero 2010.- Las alianzas del PAN con el PRD en Durango y Oaxaca lograron unir a los calderonistas con sus opositores.
En el auditorio Manuel Gómez Morín, donde apenas 219 de los 370 consejeros nacionales se dieron cita ayer, tanto creelistas como miembros afines al ala conservadora otorgaron un respaldo unánime a la dirigencia nacional de César Nava para seguir negociando coaliciones en Puebla, Hidalgo y en otras entidades que tendrán elecciones este año.
El diputado federal, Javier Corral, quién hace apenas siete meses denunció la imposición por Los Pinos de César Nava al frente del partido, propuso ayer emitir un pronunciamiento a su favor.
Incluso, tras la discusión que se extendió por tres horas, Nava le dejó el privilegio de anunciar a la prensa el resolutivo.
El Consejo Nacional manifiesta con toda claridad su respaldo absoluto a la política de alianzas impulsada por el presidente del partido, César Nava y aprobadas por el CEN en la conciencia de que cumplen con la mejor tradición demócrata del partido, dan seguimiento a nuestro plan de acción y son parte de la lucha de democratización total que queremos para México", leyó.
Durante la conferencia, Nava dejó claro que las alianzas van en serio, y anunció que el miércoles o el jueves a más tardar, solicitará al CEN la autorización de las alianzas en Puebla e Hidalgo.
A puerta cerrada, según testimonios recabados, el ex legislador Juan José Rodríguez Prats, cercano a Manuel Espino, defendió enérgicamente la validez de las coaliciones y se lanzó contra Diego Fernández de Cevallos.
En tono irónico, dijo que entendió porque el ex candidato presidencial se opone a las alianzas cuando lo vio asistir al informe de Gobierno del gobernador Enrique Peña Nieto.
Enfatizó que no se puede ceder al chantaje de los priistas que pretenden condicionar la aprobación de las reformas estructurales y precisó que desde el 1939 el PAN se ha abierto a las alianzas porque lo que se trata en política es que gane el mal menor.
Acostumbrados a cuestionar las decisiones de los calderonistas, el senador Santiago Creel y el ex secretario de Economía Fernando Canales Clariond, subieron a tribuna para defender las alianzas y por consecuencia apoyar al Comité Ejecutivo Nacional.
Los escépticos y renuentes a las coaliciones, como el ex mandatario Vicente Fox, y el presidente de la Cámara de Diputados, Francisco Ramírez Acuña, prefirieron quedarse en casa.
El debate no prendió, porque ni siquiera el ex dirigente Manuel Espino, quien acusó la víspera que la renuncia de Gómez Mont fue un show mediático, levantó la voz para retar a César Nava sobre si sabía del acuerdo del secretario de Gobernación con el PRI.
En entrevista, Rodríguez Prats reconoció que la polémica por un supuesto acuerdo entre Gómez Mont y el PRI fue soslayada.

Estrategia integral

Columna PLAZA PÚBLICA / Miguel Ángel Granados Chapa
Estrategia integral
Reforma 3 febrero 2010).- Veinticuatro horas después de ufanarse en Japón de su política de seguridad pública, el presidente Calderón tuvo que anunciar, ante la rotunda y cruenta evidencia del fracaso de esa política, que se dispone a iniciar una estrategia integral para combatir a la violencia criminal. Los cadáveres de los 16 muchachos asesinados el domingo en Ciudad Juárez son una rotunda exigencia que Calderón no pudo soslayar, aun a la distancia.
Era tan evidente la necesidad de mudar el modo de enfrentar a la delincuencia organizada en aquella ciudad fronteriza -y en todo el país, donde en enero murieron a balazos casi mil personas, la mayor cantidad en un solo mes en la trágica historia de la narcocriminalidad- que hasta Francisco Ramírez Acuña, el presidente de la Cámara de Diputados -ex gobernador de Jalisco, ex secretario de Gobernación-, la había preconizado, en declaraciones que siguieron a su lectura de una condena de la Comisión Permanente del Congreso a ese horrendo crimen. Nervioso quizá por la severidad del momento, o ignorante de la palabra que debía leer, Ramírez Acuña incurrió en un desliz que lo condujo a una terrible premonición. En vez de decir que la matanza de Juárez se había perpetrado, leyó perpetuado, en un involuntario augurio que es deseable no se cumpla. La inseguridad en aquella frontera, el atroz dolor de los deudos de los muchachos que se divertían como cumple a su edad y fueron destrozados a balazos, no debe perpetuarse, ni siquiera permanecer. Ha de ser exterminada antes de que Juárez se convierta en una ciudad fantasma, llena de domicilios abandonados como una de las casas donde se realizaba el domingo la fiesta que terminó en tragedia.
Calderón no pudo presentar su reacción ante esa matanza como el comienzo de una nueva estrategia, porque no hace ni un mes que se había anunciado esa otra estrategia, al reconocer que la numerosa presencia militar no sólo no había conseguido aminorar la criminalidad violenta sino que ésta creció, como aumentaron también las denuncias y quejas por el comportamiento de soldados y policías. Por eso fue preciso que el enunciado de lo que ocurrirá acudiera a la adjetivación. Ahora la estrategia será integral, porque el problema que se busca encarar no es solamente delincuencial y por lo tanto susceptible de ser abordado con instrumentos y criterios policiacos, sino que es social y deben ser aplicados remedios correspondientes a esa hondura y alcance. No sabemos todavía de qué se trata, pues el Ejecutivo tras admitir que "el problema rebasa con mucho la mera acción policiaca", anunció que en próximos días se "fortalecerá y detallará con amplitud el contenido de esa estrategia integral".
Si alguna esperanza despierta el reconocimiento de la complejidad del problema y su abordamiento también por caminos no limitados a la fuerza legítima del Estado, el leve optimismo que causa el aviso de la estrategia integral debe atenuarse con el recuerdo de que hace 35 meses, casi tres años, apenas tres meses después de iniciada esta administración, el propio Calderón anunció un programa denominado Estrategia Integral para la Prevención del Delito y Combate a la Delincuencia. Preocupa y atemoriza que tras el largo tiempo transcurrido se tenga que utilizar de nuevo una denominación cuyo uso quizá fue olvidado, así de ineficaz fue, por quienes debían aplicar la política respectiva.
Asomarse a la estrategia integral anunciada el 7 de marzo de 2007 significa comprobar que la lucha contra la delincuencia organizada ha sido más mediática que real, destinada más a crear un ánimo público creyente en la capacidad estatal de contener al crimen, que a efectivamente reducirlo, en su doble sentido de achicarlo y mantenerlo a raya. Salvo quizá la creación de la Plataforma México, un sistema de información del que se ufana un día sí y otro también el secretario de Seguridad Pública, como si contar con un instrumento implicara automáticamente obtener provecho de él; salvo ese logro, todo el resto de la estrategia integral de aquel momento se muestra hoy como pura palabrería. Se anunciaba entonces, por ejemplo, la realización de campañas contra las adicciones, que no se efectuaron, o si lo fueron carecieron de eficacia pues la demanda de drogas en México ha crecido, estimulando de ese modo la oferta que se abre paso de cualquier modo para llegar a los consumidores. Se hablaba también de mejoría de las corporaciones policiacas mediante controles de confianza, cuya ausencia permitió a más de un comisionado de la Policía Federal Preventiva cometer delitos. Hoy mismo, en la dolida Ciudad Juárez hay denuncias de extorsión practicada por miembros de ese cuerpo, que tratan de vender la protección que están obligados a prestar.
Otra evidencia de esa frustrada estrategia integral fue que incluía la creación y difusión de una cultura de la legalidad. Año y medio más tarde, en agosto de 2008, la misma expresión ocupó un lugar preferente en el Acuerdo Nacional por la Seguridad, la Justicia y la Legalidad, adoptado reactivamente ante la indignación de un segmento de la sociedad lastimado por secuestros que terminaban en asesinatos.
A la falta de memoria de la administración federal que recicla enunciados que se olvidaron se agrega la falta de sensibilidad política del PRI o su desdén por los ciudadanos. Víctor Valencia, secretario de Seguridad Pública de Chihuahua, el estado tristemente campeón en violencia criminal, busca ser ¡alcalde de Ciudad Juárez!

Los hechos de Juárez

Vale la pena retomar textualmente lo que dijo el Presidente Calderón en Tokio, Japón, martes, aquel 2 de Febrero de 2010 en conferencia de prensa con respecto a los 16 jóvenes asesinado en Ciudad Juárez.
-Preguntarle si la estrategia que va a instrumentar, la nueva estrategia que va a instrumentar o que se instrumentaría en Ciudad Juárez podría ampliarse a todo el país, y si ésta podría incluir el repliegue del Ejército Mexicano en las tareas de seguridad pública, como lo han solicitado incluso algunos distinguidos militantes de su partido.
Respuesta: -Simplemente es una estrategia integral. Me parece que el problema de Ciudad Juárez va mucho más allá de la mera acción de la policía o de las Fuerzas Armadas. Hay una problemática de una honda raíz social que lastima y que duele a toda la Nación. Los hechos del domingo reflejan una falta elemental de sentido y de aprecio por la vida. No sabemos qué haya ocurrido ahí, si estamos en presencia de simplemente un hecho de rivalidad entre dos grupos de jóvenes, prácticamente adolescentes.
Si esto refleja una lógica de pandillas y de bandas criminales, que de suyo ya es una expresión de descomposición o de deterioro social muy preocupante. Lo que sí a mí me queda claro es que no basta la acción policíaca o del Gobierno, de las Fuerzas Armadas. Se requiere una estrategia integral de recomposición social, de prevención y tratamiento de adicciones, de búsqueda de oportunidades de empleo, de esparcimiento y educación para jóvenes.
También de una búsqueda, también, de sentido de la vida, de valores, de aprecio a la vida misma, de respeto a los demás, que por alguna razón probablemente se está perdiendo en ésta y en otras zonas del país.
Pero lo que me queda claro es, primero, que se requiere una estrategia integral en varios temas. En el frente simplemente policíaco, acelerar la recomposición de las instancias policíacas y ministeriales en Ciudad Juárez y en Chihuahua.
Porque, evidentemente, estas tareas competen fundamentalmente al orden local y el orden Federal actúa de manera supletoria y de respaldo a las autoridades locales que, evidentemente, se han visto rebasadas.
Segundo. Reclama un fuerte trabajo en materia social, que quizá sea un componente fundamental que habrá que incorporar a esta estrategia.
Tercero. Me parece que es importante que las autoridades policíacas, municipales, estatales e incluso federales, de carácter civil, puedan incorporarse de una manera mucho más rápida a asumir esta labor que las Fuerzas Armadas han tenido que tomar, precisamente dada la fragilidad de las instancias civiles, y por eso hemos de urgir a que en todos los planos pueda reconstituirse la autoridad de las policías integradas por personal eminentemente civil.
Pero ya en su momento, y próximamente, estaremos investigando este tema. Ya se está investigando lo que ocurrió el domingo, y lo que me parece enormemente triste es que se den este tipo de acontecimientos, que derivan o expresan un enorme desprecio por la vida y un enorme, enorme deterioro de carácter social y axiológico entre un sector, además entrañablemente, que duele entrañablemente, como es el sector entre jóvenes y adolescentes, en esa ciudad fronteriza de Chihuahua.
-(Interpretación del Japonés al Español): -Con respecto a este asesinato, aquí en el Japón durante un año hubo mil 97 casos de asesinatos, pero según la CNN en México durante un mes se han asesinado 800 personas, y me dio muchísima sorpresa, tanta gente asesinada. Señor Presidente. Usted qué opina sobre la buena seguridad de las calles del Japón. Y el Japón qué contribución puede hacer para mejorar la seguridad de las calles en México. Cómo podemos contribuir.
-Efectivamente, es un tema que lastima profundamente a los mexicanos.
Déjenme platicarles que concretamente en esta ciudad, Ciudad Juárez, una zona fronteriza de México, se da un grave problema de inseguridad. Y lo que hemos presenciado en los últimos años, en el último año fundamentalmente, es una cruenta lucha entre dos o más organizaciones del crimen organizado, que se disputan el control de, primero, un territorio, de una zona de tráfico de drogas hacia los Estados Unidos; y segundo, también un territorio de consumo de drogas, que ha crecido notablemente en la población joven de esta ciudad.
Esta violencia entre grupos criminales se ha extendido de una manera muy preocupante a grupos de jóvenes, asociados en bandas, en pandillas juveniles, Los Aztecas y Los Mexicas, así llamados, y que han llevado un enorme deterioro y actos de barbarie, como los que, probablemente sea el caso, se hayan presentado el domingo pasado.
Como decía yo, es un problema policíaco, sí, pero no basta eso. Creo que hay un problema mucho más de fondo que tenemos que analizar, en cuáles son los valores, cuáles son las realidades, cuáles son las circunstancias que se están viviendo entre ese tipo de jóvenes, que llegan a actos verdaderamente incalificables.
Este es un problema que afecta y duele a la sociedad mexicana, que deteriora, desde luego, la imagen de México y en el que estamos empeñados, por lo menos mi Gobierno, y estoy seguro que los gobiernos locales, en superarlo.
(Aquí oide apoyo a Japón) En el caso de Japón. Ayudaría mucho, desde luego. Primero. El poder contar con la asesoría técnica, tecnológica y policíaca que nos permita, como es el propósito de mi Gobierno, elevar los estándares de capacidades institucionales de la policía, de las autoridades de justicia en México. Ayuda también a la comprensión del fenómeno que estamos pasando.
Esa ola de violencia está invariablemente asociada a una realidad de México. (aquí la crítica a EE UU, que seguramente no gusto en Washington) Estamos justo frente, al lado del consumidor de drogas más grande del mundo, y aparte, que ese consumidor de drogas más grande del mundo no tiene el menor empacho, el menor reparo, el menor escrúpulo de vender hacia nuestro país todas las armas que puede y que llegan fácilmente a las manos de esos jóvenes, enrolados en una espiral de violencia sin sentido.
En mi Gobierno, por ejemplo, le hemos decomisado al crimen organizado más de 50 mil armas, la mayoría de ellas vendidas legalmente en Estados Unidos. Hemos decomisado 7 millones de cartuchos, casi tres mil granadas. Y eso, evidentemente asociado a estas condiciones de droga, alienación o enajenación, precisamente por el consumo de drogas y disputa de grupos, de cárteles y grupos criminales, desde las altas estructuras del crimen, hasta grupos de pandillas callejeras, lleva a una violencia sin sentido que está lastimando a la sociedad mexicana y dañando la imagen.
Paradójicamente, si uno observa las cifras de homicidios por cada 100 mil habitantes, Ciudad Juárez es una ciudad de más o menos dos millones de habitantes; lo que ahí ocurre, en ésta y otras ciudades, distorsiona o genera una percepción que impacta a todo México. Pero si se observan las cifras, por ejemplo, en México, estamos hablando más o menos de 12 homicidios, por cada 100 mil habitantes en todo el país, que es una cifra alta.
Sin embargo, comparado, por ejemplo, con Brasil, que goza de una buena reputación en este sentido, por ejemplo, en Brasil hay 25 homicidios por cada 100 mil habitantes, el doble de México.
Y en Colombia, que también está haciendo buen trabajo, la cifra de homicidios es el triple: 36 por cada 100 mil; y más arriba de ellos se encuentran: Honduras, Guatemala, El Salvador, Venezuela, otros países.
Creo que tenemos mucho que hacer nosotros en poder mejorar la eficacia de la autoridad y también la percepción sobre México; y sé que mientras sigan ocurriendo estos hechos violentos tan lamentables, será imposible hacerlo.
Pero, insisto. Para superar esta condición, no basta reforzar la operación policíaca, que tenemos que hacerlo. No basta el contar con la colaboración internacional. Se necesita mucho más. Se necesita, por un lado, parar el tráfico de armas hacia mi país, que caen rápidamente en los grupos criminales, en sus manos; reducir el consumo de drogas en Estados Unidos, vecina de esta ciudad, y también hacer una revisión profunda del tipo de valores, de ideales, de códigos de vida que estamos transmitiendo en esta sociedad hacia las nuevas generaciones, que cada día se vuelven y se involucran más en estos hechos criminales.
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Columna PLAZA PÚBLICA/Miguel Ángel Granados Chapa
Juárez no debió de morir
Reforma, 14 de febrero de 2010;
Calderón tuvo que oír voces ríspidas, amargas, exigentes. Ninguna como la de una madre dolorosa, madre indignada, madre admirable, la señora Luz María Dávila
Aunque en sus cadencias suaves el danzón raya en la melancolía, sus notas principales son alegres, vibrantes. El que lleva el nombre de Juárez parece en sí mismo una contradicción, porque es elegiaco a partir de los exultantes y agudos sonidos de la trompeta y los sonoros golpes de timbales y tambores. Su breve letra, más que un lamento, es una proclama: "Juárez no debió de morir. Porque si Juárez no hubiera muerto, todavía viviría, y México sería feliz".
Como símbolo de la Reforma que generó el laicismo en una sociedad levítica, Juárez debe permanecer vigente, vigorizado ante los riesgos de que un credo único avasalle a los demás, y a los incrédulos. Y tampoco debe morir la ciudad, el antiguo Paso del Norte que conoció la trashumancia de don Benito y ha llevado con gallardía su nombre. Escenario también de un momento cumbre de la revolución maderista, en los años ochenta del siglo pasado florecieron en ella las virtudes cívicas de sus hijos, adelantados de la rebeldía política que rompió con la hegemonía de un solo partido. Eso no obstante, la ciudad sufre a partir de entonces una declinación que trocó su dinamismo en aletargamiento, su esperanza en frustración, su calma en violencia criminal.
Los signos iniciales de ese deterioro fueron pasados por alto. El desordenado crecimiento urbano, la multitudinaria resignación de quienes pretendían cruzar el Bravo, no pudieron hacerlo y sin más remedio se quedaron del lado mexicano, las drogas y el alcoholismo contra los cuales no hubo prevención, el rechazo a la creciente presencia de mujeres nuevas, dueñas de sí porque ganaban su vida, al lado de las que padecían la añeja dominación del machismo familiar y mercantil, todo ello sirvió para incubar la violencia que se desparramó por las polvorientas calles juarenses cuando Amado Carrillo Fuentes creó allí su feudo, cuyos perseguidores usurparon el buen nombre del lugar al denominarlo Cártel de Ciudad Juárez. Se formó así el caldo de cultivo donde se gestó la violencia de género, los feminicidios, cuya alta incidencia añadió un repugnante atributo a la ciudad: las muertas de Juárez fueron como una marca de macabra identidad que colocó ese nombre geográfico en todo el mundo.
Si Juárez no hubiera muerto, como reza la letra del danzón, la semana pasada le hubieran zumbado los oídos porque se habló mucho de él en dos acontecimientos de relevancia nacional. Después de una larga ausencia y tras un reclamo insistente, el presidente de la República se presentó en Ciudad Juárez. Y en nombre del Benemérito, con el voto favorable de decenas de legisladores panistas (además de los ya anticipados del resto de las bancadas), en la Cámara de Diputados se dio un paso a la reforma constitucional que llama laica a la República Mexicana.
Las dudas de si Calderón debería viajar a Juárez se disiparon en Los Pinos el sábado 6 de febrero cuando el gobernador José Reyes Baeza Terrazas dio un golpe de teatro. Anunció, como inequívoca señal del interés que su gobierno tenía en aquella frontera, que los poderes se trasladarían a Ciudad Juárez. Seis días atrás habían sido asesinados 15 jóvenes asistentes a una fiesta, número que se agregaba a los ya centenares de víctimas del primer mes de 2010. La violencia criminal había cercenado más de mil 500 vidas en 2008 y más de mil 800 en 2009. Como se presume, o se induce a creer que la mayoría de esas víctimas caen por riñas entre bandas, el gobierno se hace el desentendido, ya que un mínimo rubor le impide festejar la que en opinión de las autoridades es una muy beneficiosa labor de higiene social. Pero esta vez, aunque al principio la muletilla explicatoria se reprodujo rutinariamente, quedó en claro que no había ningún ajuste de cuentas, sino abiertamente el fusilamiento de muchachos sin vínculo alguno con la delincuencia organizada, con las pandillas.
El diagnóstico inicial fue compartido por el Presidente, a punto de retornar de Japón. Con la prematurez irresponsable con que ofrece explicaciones simples a casos complejos, Calderón calificó a la matanza de pleito entre pandillas. Ya había dicho años atrás que la señora Ernestina Ascensio había muerto de gastritis crónica cuando se abría paso la evidencia de que a las humillaciones que padeció en su vida como mujer pobre e indígena se agregó en sus últimas horas el agravio de un ataque brutal que la mancilló. En la misma línea, puso a la muerte de Michael Jackson como ejemplo del abuso en el consumo de drogas, antes de que se probara que se trató de un homicidio doloso. Cuando, a pesar de los intentos de ocultar los hechos tras la apariencia de una reyerta entre delincuentes, las familias de las víctimas hicieron saber quiénes eran sus hijos, no quedó más remedio que dar al caso un tratamiento diferente, que incluyera condolencias y excusas a los deudos por la descalificación de los suyos.
Se inició entonces una contienda política, mediática, entre el gobierno federal y el local, que incluyó mutuos reproches y la afirmación unilateral de cada uno sobre la eficacia de sus propias tareas. El gobernador visitó a las familias para ser fotografiado con ellas y, anticipándose a la visita del secretario de Gobernación, decretó el traslado de los poderes a Ciudad Juárez. Tarde percibió su desmesura, tanto jurídica (él no puede hablar por el Judicial y el Legislativo, por más que sus cabezas le estén sometidas) como logística. Al final de la comedia de equivocaciones a que dio origen su anuncio sabatino, el viernes siguiente la minoría panista impidió el triunfo de la iniciativa de Baeza Terrazas auspiciada por su partido y, con habilidad parlamentaria, consiguió imponer una fórmula que reduce el traslado de los poderes al envío de sólo una representación.



En busca de un victoria política, mediática, el Presidente llegó a Juárez el jueves. Suelen ajustarse las visitas presidenciales a un formato rígido donde los ciudadanos que hablan en los actos y pueden aproximarse al Presidente han sido escogidos para que no haya descontrol que moleste y menos aun que agravie a Calderón. Esta vez no fue posible. Aunque se establecieron los filtros de rigor, hubiera sido estéril la presencia presidencial si no se cumplía su propósito de consultar con los juarenses el camino a seguir en la lucha contra la criminalidad después del cruel asesinato de los muchachos. Calderón tuvo que oír voces ríspidas, amargas, exigentes. Ninguna, sin embargo, como la de una madre dolorosa, madre indignada, madre admirable. La señora Luz María Dávila, cuyos dos únicos hijos fueron ultimados a tiros, increpó al Presidente. No hubo insulto alguno, ninguna expresión ofensiva en su reclamo. Sólo el dolor convertido en furia, un rencor que afloraba en afirmaciones incontrastables, en juicios irrefutables. Es de dudarse que lo intentara, pero de querer aproximarse a ella en vez de permanecer pasmado en su asiento, Calderón hubiera sido frenado por las insólitas órdenes de la madre atribulada que lo conminaba a ponerse en su lugar y aun lo silenciaba. En cambio, la esposa del Presidente, Margarita Zavala, logró el gesto de condolencia que la situación exigía y cuando cesó la lluvia de reproches y su autora se retiró a un rincón de la sala, la abrazó solidaria, tanto como puede serlo en las abismales diferencias que las separan.
Se presentó un programa de acción con defectos y atributos. Su criterio rector es adecuado: la violencia criminal que asuela a Ciudad Juárez -que no se limita a los asesinatos de hombres y mujeres sino que ha alterado la vida cotidiana por el secuestro, la extorsión, el robo- tiene que ser enfrentada por la policía (y por el Ejército, conforme a la terquedad presidencial) pero no sólo por esas agencias del Estado. Sin dejar de atacar los efectos, es preciso combatir las causas. Pero hacerlo de verdad y con perseverancia: en 2004 una Comisión para prevenir y erradicar la violencia contra las mujeres en Ciudad Juárez fue establecida por el gobierno federal sobre la misma concepción integral. Ni remotamente consiguió sus fines. Hay que evitar una frustración semejante de los nuevos programas.



La gente en Juárez teme que así sea. Reforma realizó una encuesta cuyos resultados son contundentes: 57 por ciento de los entrevistados quedó insatisfecho con la visita presidencial y 61 por ciento cree que las cosas seguirán igual.
miguelangel@granadoschapa.com

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